sábado, 19 de enero de 2008

Manuel Soriano

En la madrugada de hoy, día 19 de enero del 2008, nuestro amigo y compañero en el ayuntamiento de Zamora Manolo Soriano ha fallecido después de haber sufrido varios infartos la semana pasada y haber pasado ingresado varios días en Valladolid, dónde a pesar de los esfuerzos realizados por los médicos y dado su estado de salud no han podido hacer nada.

Era ingeniero de caminos, canales y puertos, pero dedicó su vida a la enseñanza, principalmente. Últimamente era más conocido por su lógico empeño en que el puente nuevo que se construiría en Zamora fuera "aguas abajo", siendo uno de los principales potenciadores de esa opción. En las últimas elecciones se presentó por IULV al ayuntamiento de Zamora.

Hace ya dicieseis años que te conocía, te echaremos de menos. No sólo IULV han perdido un compañero irremplazable por sus conocimientos, si no, y más importante, una persona excepcional, afable pero firme en sus convicciones y luchador incansable.

Mañana, domingo, a las 10:30 se oficiará el funeral en la iglesia de Maria Auxiliadora de Zamora, y alrededor de las 13:00 horas, se va a celebrar un acto en el salón del Campus Viriato dónde estaremos los que le queríamos para apoyar a su familia y recordarlo.

Descanse en paz.

Las únicas palabras que se me ocurren ya fueron dichas hace ya muchos, muchos años, en otros tiempos, y por un gran poeta:

ELEGÍA

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería.)

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento.
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.

Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.

Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

Miguel Hernández